miércoles, 2 de abril de 2008

Sabes: nunca fui bueno con las palabras por eso te escribo esto para ver si así me entiendes:
Es más fácil si asumimos por verdad que todo es circular, o por lo menos tiende a serlo.
Dos rectas paralelas, en el punto en que tan sólo una millonésima de grado se desvían, tienden a enroscarse a hacerse círculo. Giramos siempre en torno a algo, Dios, familia, amor, llámalo como quieras, y hay veces, pocas veces en que somos centro de algo. Es quizás un poco más complicado esto del radio, tenemos una especie de cable que nos marca la distancia exacta a que girar, o marca el límite de lo que gira en torno nuestro, esas raras ocasiones, en que de algo nos toca ser el centro.
Esto del cable es un decir, bueno todo esto es un decir. No sabemos el material del que está hecho, por lo mismo asumimos que su materia es la misma de la que están hechos los sueños, el caso es que en un universo infinito, en la mínima porción que como especie nos ha sido entregada, somos millones de círculos girando cada uno en su centro, o alrededor de lo que en ese momento es su centro, como todo esto es suposición, supongamos que hemos girado muchos años sin lograrnos del todo mirar, del todo encontrar, nunca habíamos podido hallar el punto exacto de igualar en una recta nuestros radios, aunque las circunferencias muchas veces quizás se entrecruzaron, pero llega un momento en que tù al extremo y yo al extremo, logramos ese breve segundo encontrarnos, y te vi como nunca te he mirado, y como esto intenta ser sólo una explicación. Asume que esa rotación se detiene un instante. ¡El amor puede parar el universo¡. Y asume que uno puede atarse y desatarse, y atar y desatar. Y en una distracción tuya, me ate a ese cable o lazo imaginario, para girar en torno a ti. Y doy vueltas y vueltas, y te observo y encuentro que no hay nada mejor que contemplarte y así descubro el color de tus cabellos su indolencia a ser peinados, el mar de tus ojos, tu manera de reír, el timbre de tu voz, tu preocupación por los demás, y así muchos gestos, muchos actos.
Mucho de ti aprendo y empiezo a valorar. Y te empiezo a extrañar, hay momentos, son pocos pero son, en que quiero oír tu voz, o tener a mi lado el cielo de tu presencia, y tus ojos me recuerdan el mar y encuentro por allí una caracola y al ponérmela al oído ahí está el mar, y deseo tenerte allí de caracola siempre, para que me traigas la felicidad, o para que me la recuerdes; y luego a las cosas que siempre hay que hacer y a veces lo admito, te olvido a ratos, y a ratos vuelve la nostalgia de ti.
Y así los días allí atado, como en lógica afirmación y negación: estas y no estas. No hay mucho problema cuando no estás, porque estás sólo un poco lejana y en una vuelta de esas, vas a estar de nuevo aquí, pero el tiempo transcurre y algo ocurre y un momento se detiene nuevamente esta rotación. Y aprovecho el instante para atarte. Aunque tu no lo sepas aún, ya estoy en el centro y tú giras y todo es igual, porque aún no te has dado cuenta del centro que ahora tienes, y das vueltas y vueltas y yo no te pierdo de vista y así son más frecuentes los encuentros, pero algo vuelve a suceder, y de pronto te empiezas a enredar en el centro, en el eje y a cada vuelta que das te acercas más, y es extraño, porque empiezo a extrañarte más y más, y la ciudad se torna agradable y sus calles se visten de color, porque existe la posibilidad de encontrarte en ellas, porque ya caminé contigo algunas de ellas, y el plan sale mal, porque el plan inicial era atarte a mí y ya estoy atado a ti, y en cada vuelta me atas algo más, y las mujeres por ejemplo son todas más lindas, porque una se retira el cabello de la frente, o camina o se viste o tan sólo respira como tú lo has hecho alguna vez. Y así en cada acto, en cada gesto, en cada palabra, embelleces a tu género. Y ocurre que a veces me veo rodeado de mujeres; que no tienen nombre, que no tienen cuerpo ni rostro, mujeres que no existen, porque sólo existes tu. Y das vueltas y vueltas y te empiezo a extrañar a cada instante, y te quiero oír y mirar a cada instante, y no sé que es lo que ocurre, y te adueñas de mis sueños, y te adueñas de mis días, de mis actos de mi vida, y esta más cerca, más cerca cada vez del centro que soy yo, que en un inicio era yo. Y de pronto eres el centro de mi vida, de mi mundo, de mi ùnico universo.
Y ya no hay un minuto del día en que no piense en ti y no hay sueño en que no te sueñe, y descubro la angustia, la nostalgia y lo cruel que puede ser, y te metes al centro, màs al centro. Hasta el punto ilógico en que no estas y estas. ¡Y no estas¡.

1 comentario:

Que hay detràs de la ventana dijo...

cosas que pasan, que ocurren cada dìa a largo de los dìas de la vida
de mi vida. y supongo que a veces con actores distintos, y de distinta forma. nos pasan a todos.